Siempre he sido de ser de agua, de mar. En primavera, cuando me doy el primer baño en nuestra costa y vuelvo a ver los bancos de peces, siento una especie de añoranza; es como si me alegrara de volver a casa, a mi sitio de donde nunca debería haberme marchado.

Durante muchos años he vivido en Valencia, una ciudad de espaldas al mar, pero cuando nos trasladamos a Jávea, quería cumplir uno de mis sueños: navegar, adentrarme en el mar para conocerlo mejor. Y, este año lo he conseguido, y estoy feliz por ello, por pensar en la idea de que un día, ya no muy lejano, podré coger una embarcación y llegar hasta las costas de Ibiza y Formentera. En muchas ocasiones, cuando subo a la Cumbre del Sol, veo los islotes en medio del mar dibujando su silueta de costa oriental frente a nosotros: la península. Debo…