Por Gorka L Martínez Mezo

Ayer Liz Truss reemplazó a Boris Johnson como Primera Ministro del Reino Unido. Una de sus primeras tareas será escribir la «carta de último recurso», donde explicita sus órdenes para los capitanes de los cuatro submarinos estratégicos británicos de la clase Vanguard sobre que hacer en el caso de que el gobierno británico sea destruido o incapacitado.

Hay que tener en cuenta que, por su posición geográfica, un misil nuclear puede alcanzar el Reino Unido en pocos minutos durante un ataque sorpresa lanzado por la URSS o Rusia, no dejando tiempo al gobierno a ponerse a salvo. Ello explica la necesidad de este tipo de instrumento aunque, que se sepa, no existe en el caso francés cuyas limitaciones geográficas son similares.

Tras ser informada sobre los efectos de las armas nucleares a bordo de cada submarino, el nuevo primer ministro debe dejar por escrito sus instrucciones en caso de que él mismo o su gobierno sean eliminados o incapacitados.
Cada submarino de la clase Vanguard puese transportar hasta 16 misiles Trident II D5 con hasta 8 cabezas termonucleares cada uno, aunque se cree que cada submarino estaría armado con ocho misiles y 40 cabezas nucleares. El Reino Unido adquirió 58 misiles que rotan de un pool común con la US Navy sito en Kings Bay, Georgia.

Los británicos usarían MIRV denominadas Holbrook basadas en la W76 norteamericana con dos opciones de potencia, una 100 kilotones y otra « subestrategica » de 0,3 a un máximo de 10 kilotones.

El contenido de la carta es secreto y la carta del anterior primer ministro (hay una copia manuscrita en cada submarino) es destruida sin abrirse y sustituida por la nueva en una caja fuerte a bordo de los cuatro SSBN británicos.

Existen diversos medios oficiales más o menos secretos para considerar que el país ha dejado de existir tras perderse las comunicaciones con el alto mando militar. Se sabe que el pasado el sistema incluía buscar la señal de la BBC Radio 4 en diversas frecuencias de emisión.

El contenido de la carta queda al albur de cada Primer Ministro aunque se sabe que se sugieren cuatro opciones al redactor:
– responder al ataque con las armas nucleares embarcadas
– no tomar represalias;
– dejar las opciones al criterio del comandante; -poner al submarino bajo el mando de un país aliado. Se sabe que las opciones incluyen a Australia y los EEUU
A día de hoy no se conoce el texto de ninguna de las cartas ni ningún antiguo primer ministro ha explicitado lo que había escrito durante su mandato. El único primer ministro que ha hablado públicamente sobre su mecanismo de toma de decisiones ha sido James Callaghan, que sirvió de 1976 a 1979. Años después de dejar el puesto afirmó que su creencia era que la nación debía hacer uso de su arsenal nuclear: «Si hubiera llegado [en uso de armas nucleares] a ser necesario o vital, habría significado que la disuasión había fallado, porque el valor del arma nuclear es francamente sólo como elemento disuasorio. Pero si hubiéramos llegado a ese punto, donde hubiera sido necesario usarlas
entonces lo habría hecho. He tenido terribles dudas, por supuesto, acerca de esto. Le digo,
si hubiera vivido después de haber presionado ese botón, nunca podría haberme perdonado a mí mismo».

Eso sí, el mes pasado le preguntaron a Truss cómo se sentiría si tuviera que ordenar el uso de armas nucleares en caso de convertirse en primera ministra. Su respuesta inmediata y sin emociones fue: “Creo que es un deber importante del Primer Ministro. Estoy lista para hacer eso”.

Para algunos el sistema de la carta de último recurso es un sistema obsoleto y defectuoso, no solo por el hecho de que una persona que probablemente esté muerta pueda dictar el destino de millones de vidas sin conocer los detalles exactos de la situación, sino que si el comandante del submarino recibe la orden de atacar, ¿cómo sabe exactamente a quién atacar? Especialmente desde que el Reino Unido informó públicamente que sus misiles estratégicos salían a patrullar sin blancos pre establecidos, recibiéndose las coordenadas de los blancos a atacar antes del lanzamiento. No solo eso, sino que es fácil que se produzcan fallas en el sistema, especialmente considerando que la limitada capacidad de un submarino que ya está fuertemente aislado para saber quién queda con vida dentro de la autoridad de mando gubernamental, en un período de tiempo relativamente corto.