No deja de llamar poderosamente la atención que una ciudad como Marbella, que vive de espaldas a la mar, haya conseguido, a través del pequeño colectivo de los pescadores, que se haga patrona local a la Virgen del Carmen, junto al ya veterano en estos menesteres y alcalde perpetuo de nuestra ciudad, San Bernabé.
Desde que se recuerda, la Virgen del Carmen es la protectora de la gente de la mar, y aquí en Marbella siempre ha sido muy venerada y querida, por lo que no resultaba extraño verla seguida por muchísima gente cuando es procesionada. Precisamente durante la última procesión realizada, entre los vivas de los pescadores marbelleros, me vino al recuerdo la historia de un cruel naufragio acontecido frente a nuestra costa hace ahora casi sesenta años y que fue terrible para sus protagonistas. Me refiero al dragaminas Guadalete de la Armada española, hundido sólo a 30 millas al sur de Marbella.

Acuarela pintada por Txema Prada y dedicada al dragaminas Guadalete (DM-5)
El Guadalete DM-5 y los de su clase (por ejemplo el Bidasoa DM-1 que vino a la inauguración de Puerto Banús en los años sesenta) era un barco construido en acero no magnético para limpiar de artefactos explosivos las rutas marítimas. Había sido diseñado por los alemanes en los años cuarenta para la guerra de minas en las tranquilas aguas del Báltico, por lo que cuando lo eligió la Armada española no era el barco más adecuado para las aguas de la península ibérica, que son más movidas y exigentes para la navegación. En los difíciles y ruinosos años de la postguerra esta clase de naves tenían que servir para todo, por lo que además de su misión de dragaminas también tenían que hacer las veces de patrulleros en nuestras aguas territoriales.

El dragaminas Bidasoa (M-01) durante la inauguración de Puerto Banús. Este barco era de la misma clase que el naufragado Guadalete (DM-5)
Precisamente en una misión de vigilancia de las costas africanas, al salir del puerto de Ceuta, apareció un fuerte temporal de levante que puso a prueba al pequeño dragaminas. Los envites de las potentes olas del Estrecho y el carbón nacional de mala calidad que no le daba suficiente fuerza a las calderas del Guadalete provocaron el desastre. El agua empezó a entrar por todas partes y convirtió el carbón en una pasta incombustible, por lo que los motores se pararon al morir los fuegos de las calderas y el barco se atravesó a la mar, escorando fuertemente y empezando hundirse por la popa a pesar de los esfuerzos de su sufrida y valiente tripulación.

Dragaminas Guadalhorce (M-17). La Armada tiene por costumbre nombrar a sus buques de Medidas Contra-Minas (MCM) con nombres de ríos españoles.
A bordo de este sentenciado dragaminas estaba cumpliendo su servicio militar un hijo de Marbella, Francisco Morilla. Este marbellero pudo sobrevivir al naufragio del Guadalete para convertirse años más tarde en Policía Local de nuestra ciudad. Nos lo podemos imaginar en el atardecer del 25 de marzo de 1954 con el alma en un puño viviendo esta dura prueba, con el cielo oscuro, la mar negra y con gigantescas olas que barrían al pequeño barquito, con el miedo en el cuerpo y completamente empapado pasando un frío horrible. Nos imaginamos los angustiosos momentos en los que apareció en escena una corbeta de la Royal Navy que habría partido desde Gibraltar y a la que le pidieron socorro. Esta corbeta británica no quiso involucrarse en un rescate y desapareció rápidamente de la zona. ¡Terrible!. Seguro que en esos momentos Francisco Morilla se acordó de la Virgen del Carmen, tan venerada en Marbella, para que le echara un cable a su barco y le salvara a él y a sus compañeros. Era ya la última esperanza a la que agarrarse.
Finalmente nuestros marinos fueron rescatados por un mercante italiano, el Podesta, que salvó a cuarenta y cuatro tripulantes del Guadalete del total de setenta y ocho de la dotación del dragaminas. Treinta y cuatro se quedaron en la mar para siempre. ¡Salve Estrella de Los Mares!

El famoso cuadro «¿Y dicen que el Pescado es Caro?» que el pintor valenciano Sorolla dedicó a los hombres que se juegan la vida trabajando en la mar
Cuando el Guadalete se hundió no había salvavidas para todos. Simplemente no había presupuesto en esos años de crisis para dotar de estos medios de supervivencia básica a todas las unidades de la Armada española. El propio comandante del dragaminas le cedió el suyo al timonel. El resto de oficiales y suboficiales imitaron el gesto para con sus subordinados. En la grave crisis económica de la postguerra no había dinero ni para chalecos salvavidas ni para carbón de calidad que podría haber evitado el naufragio y las muertes en la mar de estos sufridos marinos.
Quiera la Virgen del Carmen que nuestra Armada no tenga que volver a pasar de nuevo por otro momento similar en estos días y que se vuelva a achacar estos problemas a la crisis financiera en la que está sumida España. Ojalá tampoco olvidemos a los trabajadores de la mar y los recordemos solamente el día de Nuestra Señora del Carmen. Y es que como decía Sorolla en su cuadro de 1894 cuando pinta a un pescador ahogado tras ser sacado de la mar por sus compañeros: ¿Y dicen que el pescado es caro?
Juan C. Ortiz (Foro Naval)
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Siempre me desconcertaron los muy creyentes, si se salvó fue por una gracia especial, si no se salvaron fue porque él los quiso a su lado, jamás atribuirán al verdadero motivo que fue la mala calidad del carbón y la falta de salvavidas.
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